Nuestro huerto



Nuestro huerto

El Oasis Urbano nació como un proyecto de Huerto Comunitario en la barriada y, en cuatro años, se disparó. Entre haba y guisante, una semilla de enseñanza y otra de aprendizaje; junto a los pimientos y los tajetes, algún plantón de compañía y, mientras se construían los bancales con pallets de madera, consolidábamos la continuidad de otra primavera. Erigimos las composteras con los restos de nuestras viandas diarias, sabiendo que las mondas y las hojas amargas, nutrirían los tomates de las ensaladas compartidas.

Y tras ese primer disparo, confirmamos que las plantas medicinales, los arbustos y los árboles, demandarían más dedicación y permanencia. Permanencia la que ya promulgaban las silvestres, las que ya tristemente entre escombros, procuraban cada año una humilde promesa. Compartir con las malvas, los cardos, las acederas, las amapolas, los cambrones, alguna encina –nuestro arquetipo- pinos con yemas para curar los resfriados… infunde paz, muestra la convivencia. No íbamos a colonizar, sino a colaborar. Todas y cada una de ellas, útil, arcana… Descubrir quiénes eran, nos impelía a conocerlas; ya éramos más. Un hogar.

Así mismo surgieron las alianzas humanas. Si el maíz, la calabaza y las judías conforman un gremio esencial para la subsistencia de los pueblos de América desde la antigüedad, a saber: proteínas, vitaminas e hidratos de carbono; aquí y ahora, constituimos un grupo de consumo. Adquirir nuestros alimentos en tierras cercanas, a cuidadoras de la tierra, a pequeña escala, a buen precio, colaborando, haciendo por decrecer la avalancha.

Afinamos la puntería. La trayectoria del disparo inicial estaba ya escrita. Se nos ocurrieron las reuniones, encontrar un local para, una vez allí, promover los encuentros diversos de saberes cruzados, intercambios, más creatividad. Menos aburrimiento, más vida buena.

Por todo esto, el proyecto es un oasis, un descanso, un entreacto, un corchete. Porque ya no estamos tan solas. No queda otro remedio que custodiar los árboles, regar las lechugas, perseverar con las flores y las aromáticas, amamantar a las abejas.

Un lugar ataviado con un trozo de nuestra alma: intención, atención y conciencia. Menos solar, más bosque.

Sustentar la tierra que nos dará de comer…